Por:
Yaimer Mujica Pérez
Ser
natural de la comunidad campesina de Mabuya tiene sus ventajas, al menos así pienso
cada vez que ocurre uno de los fraternales enfrentamientos entre los barrios
del Gallo y el Gavilán de Chambas. Al no crecer marcado por esta disputa
cultural, puedo entonces darme el lujo de bailar en cualquiera de las congas, y
claro, amigo de todo el mundo.
Pero
todos no corren con mi suerte, y se ven divididos por un entusiasmo que supera
ya los 80 años. En el barrio Narcisa, viven los Gavilanes y en la Norte los
Gallos. Aunque las separaciones son más pasionales que físicas.
El punto de
encuentro cada año es en las 4 esquinas de Chambas, las autoridades fijan la
hora del “enfrentamiento” y allí se ven las caras los contrarios.
Globos,
confetis y bastones artesanales, dan color y forma a una festividad que está en
los genes de los chamberos, incluso de aquellos que se asentaron en otras
tierras. Por eso, en febrero o agosto muchos hacen las maletas y viajan en ómnibus
para quedarse durante varios días en casa de algún familiar, y otros buscan que
su vuelo desde otra nación coincida con estas fechas de celebraciones.
En
la Jornada de la Cultura de este año 2018, solo faltaron las carrozas, y al
menos ahora se justifica, porque el calor de la fiesta no puedo hacernos
olvidar hechos objetivos: en Chambas se han tenido que destinar cuantiosos
recursos para aliviar a familias que por culpa del huracán Irma lo perdieron todo. No
hay margen a dudas, ahora es mejor destinar las tablas para que alguien tenga
una casa. Pero las carrozas volverán en agosto, o esperemos que así sea.
El
sábado 24 de febrero tuve que asistir a una reunión; paréntesis, no es que sea
un aburrido, el trabajo es el trabajo; y cuando salgo de allí a las 12 del
mediodía muy pocas personas transitaban por las calles.
El
hecho me llamó la atención, porque no es común que durante los días de fiestas
en Chambas, se pueda transitar cómodamente y sin pronunciar cientos de veces la
palabra “permiso” para abrirse paso entre las aglomeraciones.
Pensé,
¿será que las personas no saldrán porque no hay carrozas? Incluso dudé en asistir,
y perder tiempo en bañarme temprano y buscar la ropa más atractiva, pero la
duda me corroía, no tenía más remedio, debía comprobar con mis ojos la
sospecha.
Nunca
estuve más feliz de equivocarme, no sé de dónde salieron, cómo llegaron, pero
Chambas volvió a ser Chambas en la tarde noche del sábado. Quizás lo fuegos
artificiales aún no son la cantidad que los parciales del Gallo y el Gavilán
esperan, verdad que se extrañaron las carrozas por muy pequeñas que fuesen. Sin
embargo, algo era superior a todo eso, y es el amor de un pueblo por una
tradición que aún sueña, vive y late al ritmo de las congas.
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