Chambas
volvió a vibrar a ritmo de parranda. El sueño que cada año ilusiona a miles de
chamberos de aquí y de allá, se hizo realidad otra vez. La batalla entre
gallos y gavilanes sigue viva, a pesar de angustias organizativas que parecen ráfagas
huracanadas que amenazan con ponerle freno a una fiesta tradicional
que cumplió ya 83 años.
Y sí
hubo fuegos artificiales, traídos desde otra provincia, aunque no los suficientes.
Pero nada de ello, ni el calor de agosto o los augurios de que nada sería como
siempre, hizo que los parranderos de corazón se quedaran en casa sentados
viendo pasar ante sus ojos, lo que sigue siendo hasta hoy, una pasión que no
tiene adjetivos para describirla. Las imágenes hablan por sí solas:
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