Por:
Yaimer Mujica Pérez.
Mucho
se ha hablado de que la parranda de la región central de Cuba, fuese declarada
por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la
Cultura (UNESCO), como patrimonio inmaterial de la Humanidad. Quienes aman como
a su propia vida estas festividades, no han dejado de mostrar su regocijo ante
este hecho.
Dicho
otorgamiento no podía llegar en mejor momento, aseguran algunos parranderos del
municipio de Chambas, quienes no están del todo satisfechos con la calidad que
muestra la mencionada tradición en el territorio; al menos por lo demostrado en
las últimas ediciones, cuando carencias y retrasos en la entrega de recursos,
han restado lucidez a un evento cultural que lleva más de un siglo entre
nosotros.
Ojalá
la declaratoria de la UNESCO, le haga comprender a todos, que la parranda no es
una fiesta más, o una actividad con la cual hay que cumplir porque aparece en
un plan. Claro que la objetividad económica no puede faltar en el análisis de
este tema: a veces no están todos los materiales indispensables para la
ejecución de las carrozas, pero no puede ser justificante para que la parranda
salga, tanto en Chambas como en Punta Alegre, con todos los elementos que la
componen.
Gestionar
a tiempo los recursos, sigue siendo la mejor alternativa para lograr que dicha
aspiración sea un hecho. Los chamberos debemos sentirnos orgullosos de tener
una tradición que ostenta la condición de Patrimonio Nacional, y ahora también
de la Humanidad. Pero esa satisfacción debe traducirse en acciones concretas,
porque la parranda, no se olvide, forma parte de nuestra Historia.
En
no pocas localidades del país, como es el caso del municipio villaclareño de
Remedios, los barrios parranderos salieron de manera espontánea a celebrar en
las calles cuando se supo la noticia llegada desde París, capital francesa y
sede de la UNESCO. En Chambas, fue diferente, hubo que esperar varios días para
que algo así sucediese (actividad programada para el sábado 8 de diciembre en
la noche).
Un
hecho que habla por sí solo que hay algo que no se está haciendo bien. Las
tradiciones son naturales, están en la construcción subjetiva de los pueblos;
por ello, encerrarla a días, horas y momentos preestablecidos, atenta contra su
esencia misma.
Cuando
deje de ser noticia que la parranda es Patrimonio de la Humanidad, un suceso que no
deja de tener trascendencia, ojalá quede lo más importante: la convicción
de que no sobran los esfuerzos para preservar esta fiesta de todos.
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