Imagen
tomada de Cubadebate.
(Versiones
Taquigráficas – Consejo de Estado)
Querido
General de Ejército Raúl Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del
Partido Comunista de Cuba;
Compañero
Machado;
Presidente
Lazo;
Queridos
diputadas y diputados:
Es
imposible hacer uso de la palabra en esta sesión extraordinaria de la Asamblea
Nacional del Poder Popular en la cual hemos centrado el debate en temas
económicos, sin hacer referencia obligada y sentida a la significación
histórica del hecho que vivimos hace apenas tres días en la sesión solemne de
nuestro Parlamento.
José
Martí, aunque no lo vivió, describió los acontecimientos del 10 de Abril de
1869 con palabras que 150 años después impresionan todavía. Por él conocemos
mejor la historia de ese pequeño pueblo donde aquel día anidó la semilla de la
nación y que inscribió su nombre en la memoria del país, al transitar, en
apenas un mes, de la cumbre a las cenizas.
Habían
pasado 23 años, cuando se publicó en Patria lo siguiente (y cito solo fragmentos):
“Guáimaro libre nunca estuvo más hermosa que en los días en que iba a entrar en
la gloria y el sacrificio (…). Las familias de los héroes, anhelosas de verlos,
venían adonde su heroísmo, por ponerse en la ley, iba a ser mayor (…). Como
novias venían las esposas; y las criaturas, como cuando les hablan de lo
sobrenatural (…). Era que el Oriente y las Villas y el Centro, de las almas
locales perniciosas componían espontánea el alma nacional, y entraba la
revolución en la república.”
Es
imposible encontrar palabras más perfectas que las de Martí para describir
aquella composición del alma nacional cuando “entraba la revolución en la
república”.
Evaluando
los hechos y el papel de los hombres en ellos, sentenció el Apóstol en 1892:
“Ni Cuba ni la historia olvidarán jamás que el que llegó a ser primero en la
guerra comenzó siendo el primero en exigir el respeto de la ley”.
Ni
Cuba ni la historia, podemos repetir nosotros hoy, olvidarán el acto del pasado
miércoles 10 y sus enlaces con aquel acontecimiento que nos definió como
nación, un 10 de abril, siglo y medio atrás.
Nuestro
General de Ejército, quien fue de los primeros en la guerra, ha sido también el
primero en proponer, conducir y exigir la actualización imprescindible de la
ley, por respeto a ella.
No
tendrán los cronistas de este tiempo el desafío, superado brillantemente por
Martí, de narrar las duras contradicciones entre los héroes fundadores.
Precisamente, gracias a 151 años de batalla por la emancipación es que ese día
no discutimos, sino proclamamos.
No
nos tocó tampoco, como sí a los héroes fundadores, construir gobierno antes de
conquistar la libertad. Primero la libertad fue rescatada y sostenida, por más
de una generación de revolucionarios, en arduos años de creación y resistencia.
Así,
la Constitución que recién proclamamos tiene una gran historia. Su raíz está en
aquella primera que nació peleando del seno de la República en Armas y luego se
afirmó en otras tres constituciones durante la guerra para volver a nacer en
1901, en las peores circunstancias, de una asamblea maniatada por la
intervención yanqui.
En
1940 otra Constitución, conquista de varias generaciones de cubanos, fue
festejada sin llegar a cumplirse. Y fue violada y sepultada por un déspota,
pero al morir encendió la chispa de una Revolución destinada a cumplir sus
mandatos de justicia fundamentales.
Muchos
años después, en 1976, el pueblo plasmaría sus anhelos más radicales en otra
Constitución, la primera socialista, que tras algunas reformas nos trajo hasta
la Carta Magna que se ha proclamado este 10 de abril, justamente en honor a
esta historia.
Siempre
digo que la Constitución recién proclamada es robusta, porque se nutrió de esa
historia de intensa búsqueda de la guía nacional que hemos descrito brevemente
y también de los más recientes y largos meses de análisis, debates y ajustes
que involucraron en su construcción a la mayoría del pueblo, el mismo que luego
la respaldó en Referendo de modo irrefutable.
Un
paralelo entre aquel histórico 10 de Abril y el de hace tres días apunta a
otros enlaces vitales: no necesitamos en nuestro acto decidir sobre las
banderas, porque ya en 1869 se escogió la del triángulo rojo, la que “orgullosa
lució en la pelea, sin pueril y romántico alarde; ¡al cubano que en ella no
crea se le debe azotar por cobarde!”, como aprendimos con los versos
insuperables de Bonifacio Byrne.
Tampoco
se dirá que una mujer reclamó ahora el lugar que su género merece. De Ana
Betancourt a Vilma Espín es infinito el aporte femenino a la Revolución. Y se
ha hecho por fin justicia. Las mujeres son mayoría en este Parlamento, como en
todo lo importante en nuestra sociedad.
Pero
hay otras circunstancias que igualan los momentos de entonces y de ahora. Cuba
entera, como Guáimaro hace 150 años, tiene a un enemigo tenaz y codicioso
acechando cerca.
Y
así como el ejército español se lanzó con odio sobre Guáimaro un mes después de
aquel día hermoso de la primera Constitución nacional, el imperio vecino
amenaza, otra vez, con lanzarse sobre Cuba. Y de hecho se lanza todos los días
con medidas insensatas que escalan en agresividad y en saña.
La
respuesta de Guáimaro al asalto español, como antes la de Bayamo, fue el
incendio de todo lo que no podía ser defendido. Y eso también lo describió
Martí como si lo hubiera visto: “Ni las madres lloraron, ni los hombres
vacilaron, ni el flojo corazón se puso a ver cómo caían aquellos cedros y
caobas. Con sus manos prendieron la corona de hogueras a la santa ciudad, y
cuando cerró la noche, se reflejaba en el cielo el sacrificio (…). Al bosque se
fue el pueblo (…). Y en la tierra escondió una mano buena el acta de la
Constitución. ¡Es necesario ir a buscarla!”.
Así
termina Martí esa bella pieza periodística titulada “El 10 de abril”. Nos
apasiona la historia, es cierto. Pero si volvemos una y otra vez a ella, no es
solo por el placer que da la gloria nacional. Volvemos porque ahí están las más
formidables reservas de la moral cubana, asediada siempre, y siempre dispuesta
a convertir en cenizas cuanto bien material posee, antes que extender sus
brazos para que el adversario los encadene.
Lo
que Martí pidió ir a buscar en 1892 es esa entrada de la revolución en la
república, que siempre tendrá tareas pendientes. En nuestro caso, se trata de
la permanente batalla por sostener la soberanía y alcanzar toda la justicia con
la mayor suma de prosperidad posible.
La
actual administración estadounidense, que desprecia el multilateralismo y ha
decidido regresar al mundo a sus peores tiempos, utilizando las más impúdicas
amenazas, con injerencia insolente y constantes ultimátums, que incluyen la
posibilidad de invasiones, ha declarado públicamente, más de una vez, su
propósito de destruir cualquier alternativa de desarrollo diferente al
capitalismo salvaje que intente desarrollarse en la región.
Venezuela,
Nicaragua y Cuba son las naciones cuyos procesos políticos no aceptan los
monroístas de la administración Trump. Ellos, impedidos de cumplir con sus
promesas electorales de recuperación de la industria y la grandeza nacional
estadounidense, se hunden en un pantano de mentiras ridículas al asegurar que
tres naciones latinoamericanas, que luchan por superar el subdesarrollo
heredado, amenazan al poderoso imperio.
Contra
Venezuela se han empleado a fondo, repitiendo el guion de sus criminales
agresiones a Cuba desde los primeros años de la Revolución, incluyendo el
terrorismo de Estado y el chantaje a otras naciones, para quebrar la unidad
regional.
La
novedad está en las tácticas de guerra no convencional, que van de lo simbólico
a lo real: desde las llamadas fake news -mentiras envueltas en falsos trajes
noticiosos- hasta sabotajes a las redes informáticas que sostienen la vitalidad
del país. El imperio literalmente corta la luz y el agua a los venezolanos, al
mismo tiempo que sus voceros y el títere de turno se rasgan las vestiduras ante
el mundo porque el Gobierno bolivariano rechaza la falsa ayuda humanitaria.
Hipócritas,
criminales, ladrones del tesoro nacional venezolano: no hay otra forma de calificar
a los que tratan de rendir por hambre y carencias al mismo bravo pueblo al que
le roban sus recursos financieros, mientras se afilan los dientes para devorar
las riquezas con que la naturaleza dotó en abundancia a esa hermana nación,
colocada por Bolívar y Chávez en un lugar de honor en el mapa de América por su
contribución a la independencia del continente.
No
podemos subestimar la escalada de estas agresiones. Más allá de las amenazas,
típicas de los mercaderes de la política, con el ascenso a cargos decisorios de
políticos falaces, mediocres y criminales, ha crecido la persecución financiera
y el bloqueo comercial contra Cuba.
Ellos
han hecho retroceder hasta el peor nivel las precarias relaciones con nuestro
país fabricando falsos incidentes acústicos, canalizando fondos millonarios a
la contrarrevolución y la subversión política, armando listas mendaces y
espurias, intentando activar la odiosa Ley Helms-Burton, que pretende
devolvernos al principio de esta historia, cuando éramos una nación esclava de
otro imperio.
Este
año se han esmerado en darnos plazos con la posible aplicación del título III
de la ley de la esclavitud, como en realidad debería llamarse. Lo han hecho,
año por año, desde 1996, con estilo de perdonavidas. Ahora lo aplazan por un
mes o por unos días, con arrogantes amenazas, como quien sostiene sobre todas
nuestras cabezas una espada capaz de cortarlas, si no nos rendimos.
¿Qué
es la Helms-Burton toda, sino el bloqueo de 60 años convertido en ley? ¿Qué más
pueden hacernos después de 60 años de persecución, agresiones y amenazas?
El
pasado 10 de abril, el Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba, General
de Ejército Raúl Castro Ruz, aquí expresó: “Hemos venido alertando sobre la
conducta agresiva que el Gobierno estadounidense ha desatado contra la región
de América Latina y el Caribe. Lo hace en nombre de la Doctrina Monroe, con un
arrogante desprecio macartista hacia el socialismo, la libre determinación y
los derechos soberanos de los pueblos de la región”.
Como
él nos ha alertado, a todas luces se busca estrechar el cerco contra la
soberanía cubana, recrudeciendo el bloqueo y en especial la persecución
financiera. Se obstaculizan los créditos y los financiamientos de terceras
naciones por presiones de Estados Unidos; mientras internamente aún arrastramos
los fardos de la ineficiencia administrativa, la mentalidad importadora, la
falta de ahorro y los insuficientes ingresos por exportaciones, entre otros
males de los que no podemos excluir las manifestaciones de corrupción y las
ilegalidades, inaceptables hoy, como siempre, en la Revolución.
Situados
frente a ese mapa de tremendos retos, corremos el riesgo de creer que no hay
salidas. Pero la historia tiene algo que decirnos. Fidel, Raúl, Almeida,
Camilo, Che, la generación de nuestros padres y abuelos, enfrentaron, con menos
experiencia e incluso menos recursos, momentos más graves y oscuros. Y salieron
victoriosos.
La
historia nos enseña que cuando hay una estrategia correcta, cuando existe
unidad de objetivos y sentido de nación todos los obstáculos pueden ser
derribados.
Los
difíciles escenarios que he descrito sobre el momento actual nos plantean dos
prioridades absolutas: la preparación para la defensa y la batalla económica al
mismo tiempo.
La
estrategia es trabajar sin descanso con alternativas, ya diseñadas, sin
abandonar ni uno solo de los objetivos planteados en función de un mayor
bienestar para nuestro pueblo.
A
quienes desoyeron con soberbia y desprecio el llamado para que el mundo se
abriera a Cuba, responderemos demostrando que sí escuchamos su apelación y nos
abriremos cada vez más a quienes actúan soberanamente en el interés de promover
y desarrollar políticas comunes a favor de la supervivencia de la especie
humana, como lo defendió Fidel en la Cumbre de la Tierra en 1992.
Esa
filosofía nos mueve cuando orientamos la reflexión y el debate sobre temas
económicos.
Hoy
hemos evaluado la marcha de la implementación de los Lineamientos. Y es muy
importante la información que se ha dado, porque nos esclarece a todos en
cuanto a la intensidad y la complejidad del trabajo hecho y especialmente de lo
que queda por hacer.
No
es poco, realmente, lo que se ha implementado en la última década: 206
políticas, a razón de 20 por año. Solo en 2018 fueron aprobadas 47 y subieron
los ritmos de implementación, gracias a una mayor experiencia, organización y
participación de los Organismos de la Administración Central del Estado.
Un
seguimiento permanente del Partido y el Gobierno a la implementación, a través de
la marcha de los programas fundamentales, nos ha permitido distinguir los
resultados y experiencias negativas. Y su análisis diferenciado, no solo nos ha
facilitado corregirlos, sino que ha evitado la repetición de errores, tal como
nos lo ha indicado el Primer Secretario del Partido.
Se
precisa más detalle en la preparación, organización y capacitación de cada
proceso, experimento o procedimiento y también de las personas involucradas en
ellos.
Defendemos
igualmente que haya juristas incorporados, desde la concepción misma de las
políticas, en el diseño de las normas legales, de manera que estas sean
coherentes con los objetivos fundamentales y que inmunicen a nuestro aparato
estatal frente a las distorsiones que puedan generar el voluntarismo y la improvisación.
Por
último, aunque no menos importante, estamos obligados a dinamizar al máximo los
procesos, definiendo bien la ruta en los cronogramas de implementación. Hasta
ahora no lo hemos logrado.
Con
igual énfasis hemos examinado la formulación y los avances del Plan Nacional de
Desarrollo Económico Social hasta el 2030.
El
análisis objetivo de las condiciones actuales del país y el entorno
internacional, nos ha llevado a proponer una planificación de la economía en
tres etapas: de 2019 a 2021, de 2022 a 2026 y de 2027 a 2030.
Pero
la actual coyuntura nos exige con realismo, conscientes de que enfrentamos
dificultades adicionales que pueden agravarse, centrarnos en la primera (de
ellas). Para ello se han identificado los seis sectores estratégicos que
generan un mayor impacto en la economía, en los cuales se centrarán los
esfuerzos y recursos, sin desatender el resto.
Esos
sectores son: el turismo, la industria biotecnológica y farmacéutica, el
electroenergético relacionado con las fuentes renovables de energía, la
producción de alimentos, la exportación de servicios profesionales y la
construcción.
Para
decirlo en buen cubano: la crudeza del momento nos exige establecer prioridades
bien claras y definidas, para no regresar a los difíciles momentos del Período
Especial.
Hoy
tenemos como fortalezas una economía más diversificada e insertada
internacionalmente, desarrollo turístico y de la industria biotecnológica y
farmacéutica, mayores potencialidades para las exportaciones, superiores
capacidades constructivas, redes hidráulicas, transporte y comunicaciones y
reservas en el ahorro y la sustitución de importaciones, que es preciso
aprovechar más.
Nos
proponemos desarrollar una gestión de Gobierno con una administración pública y
empresarial más eficiente, con menos trabas y burocracia, con mayor
transparencia y participación; con un vínculo directo y permanente con las
bases sociales; con una más eficaz comunicación social, mayor informatización,
más investigaciones científicas afincadas en las demandas y necesidades, y un
rol más activo y de mayor impacto de las universidades en la economía y la
producción.
Con
el fortalecimiento de la empresa estatal socialista, que es nuestra mayor
fuerza productiva; con el oído atento a quienes tienen conocimientos y
experiencias que aportar; con visitas constantes a los territorios y
comunidades; con un profundo y ágil ejercicio legislativo; con mayor autonomía
para los municipios y un seguimiento sistemático a quienes aseguran los
programas de desarrollo.
Sin
temor al cambio; quitando todos los días un pedacito a los problemas;
aprovechando al máximo las fortalezas de la dirección colectiva y defendiendo
con disciplina y compromiso las orientaciones de nuestro Partido.
Librando
una batalla ética permanente contra la corrupción y las ilegalidades; ordenando
y fortaleciendo las formas de gestión no estatales; reanimando nuestras
comunidades, e instalando la belleza y la cultura del detalle como prácticas de
vida.
Rindiendo
cuentas al pueblo y estimulando su participación indispensable en la solución
de cada problema. Sistematizando las mejores prácticas. Venciendo la inercia de
los cansados. Contagiando de entusiasmo y optimismo a los comprometidos.
Entendiendo que la belleza del peor momento está en el tamaño de los desafíos.
Es
infinita la lista de tareas, pero quiero detenerme en las que exigen acción más
inmediata y convoco a todos a acompañarnos al asumirlas:
En
primer lugar, la actualización del Plan de la Economía para las situaciones más
complejas.
Nos
proponemos poner en marcha de inmediato medidas económicas pendientes que
tienen que ver con demandas y necesidades; con la reorganización del comercio
interior; con el funcionamiento del sistema empresarial, las cooperativas
agropecuarias y no agropecuarias y el trabajo por cuenta propia.
La
agricultura, las producciones exportables, el turismo, la sustitución de
importaciones, la inversión extranjera y el encadenamiento productivo con toda
la producción nacional posible, estarán en el centro de nuestras acciones como
Gobierno.
Ahora
más que nunca es imprescindible ahorrar y controlar bien los recursos,
fundamentalmente los energéticos, para que su uso aporte mayores rendimientos;
gestionar adecuadamente los créditos y diferentes formas de financiamientos,
con más hincapié en las inversiones.
En
estas circunstancias es imprescindible atender y aprovechar todo el potencial
presente en los recursos humanos y la fuerza de trabajo calificada con que
contamos.
Seguiremos
avanzando en el proceso de informatización de la sociedad y trabajando
intensamente para mejorar los abastecimientos alimenticios, la vivienda y el
transporte, la calidad de los servicios, aun en medio de las asfixiantes
persecuciones financieras que hacen particularmente difícil, y a veces
imposible, la importación de bienes y recursos de primera necesidad.
Compañeras
y compañeros:
A
esta Legislatura le esperan meses y acaso años intensos, pero debemos trabajar
con la mayor celeridad posible para que la Constitución se vaya expresando en
leyes más a tono con nuestro tiempo y necesidades. Y no tenemos derecho a
demorar los cambios más tiempo que el absolutamente imprescindible.
Asumimos
el mandato de cambiar todo lo que deba ser cambiado y corregir todo lo que
entorpezca y retrase el camino a la prosperidad posible en el menor tiempo y
con la mayor calidad.
Lo
que sí no cambiará será nuestra actitud frente a los que sostienen la espada
contra nosotros.
La
respuesta es: No, señores imperialistas, los cubanos no nos rendimos, ni
aceptamos leyes sobre nuestros destinos que estén fuera de la Constitución. En
Cuba mandamos los cubanos y, por supuesto, las cubanas.
El
título III no es peor que el I ni el II, que están en la cartera de acciones
contra todo el pueblo de Cuba, sencillamente para robarnos las tierras,
arrebatarnos las casas, apoderarse de los escasos recursos naturales y seducir
y comprar a nuestra gente. Todo para castigarnos por ser el mal ejemplo que
tantos pueblos oprimidos han querido seguir.
Nadie
va a arrebatarnos, ni por la seducción ni por la fuerza, “la Patria que los
padres nos ganaron de pie”, como lo dijo en versos viriles Rubén Martínez
Villena.
Cuba
sigue confiando en sus fuerzas, en su dignidad y también en la fuerza y la
dignidad de otras naciones soberanas e independientes. Pero sigue creyendo
también en el pueblo norteamericano, en la Patria de Lincoln, que se avergüenza
de quienes actúan al margen de la ley universal en nombre de toda la nación
norteamericana.
Y
miren si la historia reserva respuestas, que un día como el 11 de abril de
1959, hace exactamente 60 años, Fidel dijo —y con esto quiero terminar—:
“Nuestro
pueblo será tanto más grande cuanto más grandes sean los obstáculos que tiene
delante; más hablará de nuestro pueblo la historia cuanto más dificultades
tenga que vencer; más justicia le hará el porvenir cuanto más se le calumnie
hoy, y solo podrá decirse que aquí se organizó una sociedad donde todos los
pueblos del mundo pudieron venir a aprender lo que era justicia, lo que era
democracia, y que supo defenderla y supo sostenerla, y, aunque no sabemos lo
que el destino nos depare, sí tenemos la seguridad suficiente para decir que
nuestra Revolución triunfará porque sabremos defenderla, o que nuestro pueblo perecerá
si es preciso perecer para defenderla.”
Defendamos
estas convicciones en las masivas manifestaciones populares, en toda Cuba, el
próximo Primero de Mayo.
¡Nos
veremos en las plazas de la Patria, porque somos Cuba y somos continuidad!
¡Patria
o Muerte!
¡Seguiremos
venciendo!
(Ovación.)
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