Tomado
de Cubaminrex
Declaración
del Ministerio de Relaciones Exteriores
Los
más recientes acontecimientos en la región confirman al gobierno de Estados
Unidos y a las oligarquías reaccionarias como los principales responsables de
la peligrosa convulsión e inestabilidad política y social de América Latina y
el Caribe.
Como
anticipara el 1ro de enero de 2019, el Primer Secretario del Partido Comunista
de Cuba, General de Ejército Raúl Castro Ruz: “Quienes se ilusionan con la
restauración del dominio imperialista en nuestra región deberían comprender que
América Latina y el Caribe han cambiado y el mundo también (…) La región se
asemeja a una pradera en tiempos de sequía. Una chispa pudiera generar un
incontrolable incendio que dañaría los intereses nacionales de todos”.
El
presidente Donald Trump proclama la vigencia de la Doctrina Monroe y apela al
Macartismo para preservar la dominación imperialista sobre los recursos
naturales de la región, impedir el ejercicio de la soberanía nacional y las
aspiraciones de integración y cooperación regional; tratar de restablecer su
hegemonía unipolar a escala mundial y
hemisférica; eliminar los modelos progresistas, revolucionarios y alternativos
al capitalismo salvaje; revertir las conquistas políticas y sociales e imponer
modelos neoliberales, sin importarle el Derecho Internacional, las reglas de
juego de la democracia representativa, el medio ambiente ni el bienestar de los
pueblos.
El
secretario de Estado Mike Pompeo acusó amenazadoramente, este lunes 2 de
diciembre, a Cuba y Venezuela de sacar provecho y ayudar a elevar la agitación
en los países de la región. Tergiversa y manipula la realidad y oculta, como
elemento central de la inestabilidad regional, la permanente intervención de
los Estados Unidos en América Latina y el Caribe.
Las
legítimas protestas y las masivas movilizaciones populares que se registran en
el continente, en particular en el Estado Plurinacional de Bolivia, Chile,
Colombia, Ecuador y Brasil, son causadas por la pobreza y la creciente
desigualdad en la distribución de la riqueza; la certeza de que las fórmulas
neoliberales agravan la excluyente e insostenible situación de vulnerabilidad
social; la ausencia o precariedad de los servicios de salud, educación y
seguridad social; los abusos contra la dignidad humana; el desempleo y la
restricción a los derechos laborales; la privatización, encarecimiento y
cancelación de servicios públicos y el incremento de la inseguridad ciudadana.
Ellas
revelan la crisis de los sistemas políticos, la falta de democracia verdadera,
el descrédito de los partidos conservadores tradicionales, la protesta contra
la corrupción histórica típica de las dictaduras militares y los gobiernos de
derecha, el escaso apoyo popular a las autoridades oficiales, la desconfianza
en las instituciones y en el sistema de justicia.
Protestan
igualmente contra la represión policial brutal, la militarización de esta con
el pretexto de proteger infraestructuras críticas, la exención de
responsabilidad penal a los represores; el empleo de armas de guerra y
antimotines que provocan muertes, lesiones graves, incluidos cientos de jóvenes
con irreversibles lesiones oculares por el uso de balines; la criminalización
de las manifestaciones; las violaciones, golpizas y violencia contra los
detenidos, entre ellos menores; e incluso, el asesinato de líderes sociales,
guerrilleros desmovilizados y periodistas.
Estados
Unidos defiende y apoya la represión contra manifestantes con el pretexto de
salvaguardar el supuesto “orden democrático”. El silencio encubridor de varios
gobiernos, instituciones y personalidades muy activos y críticos contra la
izquierda, es una vergüenza. La complicidad de los grandes medios corporativos
de información es vergonzosa.
Los
pueblos se preguntan con razón ¿dónde está la democracia y el Estado de
derecho; qué hacen las instituciones supuestamente dedicadas a la protección de
los derechos humanos; dónde está el sistema de justicia cuya independencia se
pregona?
Repasemos
algunos hechos. En marzo de 2015, el presidente Barack Obama firma una insólita
Orden Ejecutiva que declara a la República Bolivariana de Venezuela “una
amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional, la economía y la
política exterior” de la gran potencia. En noviembre de 2015, ocurre la costosa
derrota electoral de la izquierda en Argentina.
La
ofensiva neoliberal tuvo un momento decisivo en agosto de 2016, con el golpe
parlamentario-judicial en Brasil contra la presidenta Dilma Rousseff, la
criminalización y el encarcelamiento de los líderes del Partido de los
Trabajadores, y posteriormente del propio expresidente Luiz Inacio Lula Da
Silva, con la temprana participación del Departamento de Justicia de los
Estados Unidos, mediante la Ley de Prácticas Corruptas en el Extranjero, para
instalar un gobierno dependiente, dispuesto a revertir importantes conquistas
sociales mediante ajustes neoliberales, al cambio nefasto del modelo de
desarrollo, a permitir la destrucción de la empresa nacional y la privatización
expoliadora; a la venta barata de los recursos y la infraestructura del país a las trasnacionales norteamericanas.
A
finales del 2017, se produjo en Honduras la protesta contra el resultado
electoral y la terrible represión de esta.
En
enero de 2018, Estados Unidos aborta la firma de un acuerdo entre el gobierno
de Venezuela y la oposición manejada desde Washington. Un mes después, el
Secretario de Estado proclama la vigencia de la Doctrina Monroe y llama al
golpe militar contra la Revolución bolivariana y chavista.
En
marzo de 2018, se produce el atroz asesinato de la concejal brasileña Marielle
Franco, que levantó una ola de indignación en su país y el mundo y del que
permanecen ocultas las oscuras implicaciones de grupos de poder. En abril, Lula
es apresado mediante espurias maniobras jurídicas. Hay copiosa evidencia de la
intervención de Estados Unidos en las elecciones brasileñas, a través de compañías
especializadas que usan tecnologías de “big data” y polimetría para manipular
individualmente la voluntad de los votantes, como las manejadas por el
ultra-reaccionario Steve Bannon y otras israelíes.
En
este periodo, se abren procesos judiciales contra los exPresidentes Cristina
Fernández de Kirchner y Rafael Correa. En abril de 2018, intentan
desestabilizar a Nicaragua mediante la injerencia externa y la aplicación de
medidas coercitivas unilaterales.
El 4
de agosto de 2018, es el intento de magnicidio contra el presidente Nicolás
Maduro Moros. En enero de 2019, se produce la autoproclamación del desconocido
y corrupto Juan Guaidó, organizada en Washington. En marzo de 2019, el
presidente Trump renueva la Orden Ejecutiva que considera una amenaza a Venezuela.
El 30 de abril, es el intento de golpe militar en Caracas que fracasa de manera
estrepitosa, y Estados Unidos, vengativamente, escala en su guerra no
convencional contra la nación sudamericana que resiste tenaz y heroica desde la
unión cívico-militar de su pueblo.
En
todo el periodo, el gobierno estadounidense aplica salvajes políticas
antiinmigrantes y una conducta agresiva, llena de odio, para alimentar el miedo
y la división en los electores. Intenta el muro xenófobo en la frontera con
México, amenaza a este y a Centroamérica con terribles aranceles y sanciones si
no detienen a quienes huyen de la pobreza y la inseguridad, y multiplica las
deportaciones. Separa cruelmente a miles de niños de sus padres, ha detenido a
69 mil menores y trata de expulsar a los hijos de inmigrantes nacidos y criados
en territorio norteamericano.
Mostrando
desvergonzada subordinación a Estados Unidos, el gobierno ultraderechista de
Brasil que encabeza Jair Bolsonaro acudió a la mentira, al discurso xenófobo,
racista, misógino y homofóbico, combinado con proyecciones delirantes sobre
fenómenos sociales y políticos como el cambio climático, las poblaciones
originarias, los incendios amazónicos y la emigración, las cuales han generado
el repudio de numerosos líderes y organizaciones. En la gestión del gobierno se
han venido desmontando las políticas sociales que llevaron a Brasil durante los
gobiernos del Partido de los Trabajadores a reducir notablemente los niveles de
pobreza y de exclusión social.
Desde
mayo de 2019, decenas de miles de manifestantes se echaron a las calles contra
los recortes en educación, las reformas al sistema de pensiones, las políticas
discriminatorias y la violencia de género.
El
gobierno de Brasil ha intervenido en los asuntos internos de países vecinos
como Venezuela, Argentina, Paraguay y Uruguay, y ha asumido posiciones hostiles
hacia Cuba, violatorias del Derecho Internacional. Como publicó la prensa
brasileña en abril de 2019, la Cancillería cursó instrucciones a 15 de sus
Embajadas de coordinar con las estadounidenses para instar a los gobiernos
receptores a condenar a Cuba en foros internacionales.
Por
primera vez desde 1992, Brasil votó este año en contra, sólo acompañado de
Estados Unidos e Israel, de la resolución de la Asamblea General de las
Naciones Unidas para pedir el fin del bloqueo económico, comercial y
financiero, que ahora Estados Unidos arrecia contra Cuba, y el cese de la
aplicación extraterritorial de sus leyes contra terceros Estados.
Paralelamente,
el gobierno de Colombia, se abstuvo en la votación de la resolución que apoyó
desde 1992 y que reclama, en momentos en que se recrudece, el cese del bloqueo
genocida de Estados Unidos contra Cuba y el alcance extraterritorial de este.
Para justificar esta censurable decisión, las autoridades de ese país acudieron
a la manipulación, ingrata y políticamente motivada, sobre la altruista,
consagrada, discreta e inobjetable contribución de Cuba a la paz en Colombia,
un tema en el que la conducta de nuestro país es universalmente
reconocida. Es conocido el amplio y
crítico debate que este hecho generó en esa nación, a la que, pese a todo,
seguiremos acompañando en sus esfuerzos para alcanzar la paz.
La
calumnia norteamericana de atribuirle a Cuba supuestas responsabilidades en la
organización de las movilizaciones populares contra el neoliberalismo en
Sudamérica constituye una increíble excusa para justificar y endurecer el
bloqueo y la política hostil contra nuestro pueblo. Igual, resulta inútil para
esconder el fracaso del sistema capitalista, proteger gobiernos tambaleantes y
represivos, ocultar golpes parlamentarios, judiciales, policiales; y agitar el
fantasma del socialismo para amedrentar a los pueblos. Con ello, pretende
también justificar la represión y la criminalización de la protesta social.
La
única responsabilidad de Cuba es aquella que emana del ejemplo que ha brindado
su heroico pueblo en la defensa de su soberanía, en la resistencia ante las más
brutales y sistemáticas agresiones, en la práctica invariable de la solidaridad
y la cooperación con las naciones hermanas de América Latina y el Caribe.
Duele
al imperialismo que Cuba ha demostrado que sí hay otro mundo posible y que sí
se puede construir un modelo alternativo al neoliberalismo, basado en la solidaridad, la cooperación, la
dignidad, en la distribución justa de los ingresos, el acceso igualitario a la
superación profesional, a la seguridad y protección ciudadanas y a la
liberación plena de los seres humanos.
La
Revolución cubana es asimismo evidencia de que un pueblo estrechamente unido,
dueño de su país y sus instituciones, en permanente y profunda democracia,
puede resistir victoriosamente y avanzar en su desarrollo, frente a la agresión
y al bloqueo más largos de la historia.
El
golpe de Estado en Bolivia, orquestado por los Estados Unidos, utilizando como
instrumento a la OEA y a la oligarquía local, es una demostración de la
agresividad de la acometida imperialista. Cuba reitera su condena al golpe de
Estado, a la brutal represión desatada y expresa su solidaridad con el
compañero Evo Morales Ayma y el pueblo boliviano.
Mientras
el gobierno de Estados Unidos continúa su guerra no convencional para intentar
derrocar al gobierno legítimamente constituido del Presidente Nicolás Maduro
Moros e invoca el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), Cuba
ratifica la voluntad inquebrantable de mantener la cooperación con el gobierno
y el pueblo venezolanos.
Al
gobierno y pueblo sandinistas de Nicaragua, liderados por el presidente Daniel
Ortega, que enfrenta los intentos de desestabilización y medidas coercitivas
unilaterales estadounidenses, reiteramos nuestra solidaridad.
El
gobierno legítimo de la Mancomunidad de Dominica y su Primer Ministro Roosevelt
Skerrit merecen la solidaridad internacional y tienen ya la del pueblo cubano,
en momentos en que esa isla es víctima de la injerencia externa que ya ha
provocado violencia y pretende frustrar el proceso electoral.
En
este complejo escenario, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador en México
enfrenta el neoliberalismo y defiende los principios de no intervención y
respeto a la soberanía, mientras la elección de Alberto Fernández y Cristina
Fernández como Presidente y Vicepresidente en Argentina, expresa el rechazo
inequívoco de esa nación a las fórmulas neoliberales que la empobrecieron,
endeudaron y dañaron seriamente a su pueblo. La liberación de Lula es un
triunfo de los pueblos, y Cuba reitera su llamado a la movilización mundial por
el reclamo de su plena libertad, la restitución de su inocencia y de sus
derechos políticos.
La
corrupción que caracteriza el comportamiento del actual gobierno de los Estados
Unidos ya es inocultable. Su impacto sobre los pueblos de Latinoamérica y el Caribe tiene un costo en vidas,
sufrimiento, inestabilidad y daños económicos.
En
la dramática coyuntura que atraviesa la región y el mundo, Cuba reafirma los
principios de soberanía, no intervención en los asuntos internos de otros
Estados y el derecho de cada pueblo a elegir y construir libremente su sistema
político, en un ambiente de paz, estabilidad y justicia; sin amenazas,
agresiones ni medidas coercitivas unilaterales y llama a cumplir los postulados
de la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz.
Cuba
seguirá trabajando en el camino de la integración de Nuestra América que
incluye la realización de todos los esfuerzos para que la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), pronto presidida por México, continúe
promoviendo los intereses comunes de nuestras naciones mediante el
fortalecimiento de la unidad dentro de la diversidad.
A la
implacable arremetida de las fuerzas más reaccionarias del hemisferio, Cuba
opone la inquebrantable resistencia de su pueblo junto a la voluntad de
defender la unidad de la nación, sus conquistas sociales, su soberanía e
independencia, y el socialismo al precio que sea necesario. Lo hacemos con el
optimismo y la confianza inconmovible en la victoria que nos legara el
Comandante en Jefe de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, con la conducción
del Primer Secretario de nuestro Partido, General de Ejército Raúl Castro y el
liderazgo del Presidente Miguel Díaz-Canel.
La
Habana, 3 de diciembre de 2019.
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