No
existe una sola razón que justifique la antidemocrática y arbitraria exclusión
de país alguno del hemisferio de esa cita continental. Es algo que las naciones
de América Latina y el Caribe advirtieron desde la VI Cumbre celebrada en Cartagena
de Indias, en 2012.
El presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez adelantó el pasado 25 de mayo que no asistiría. Era una decisión firme de Cuba si no se invitaba a todos los países del hemisferio en pie de igualdad.
Entre la soberbia, el temor a que se escuchen verdades incómodas, el empeño en evitar que la reunión delibere sobre los temas más urgentes y complejos del hemisferio, y las propias contradicciones de su endeble y polarizado sistema político, el gobierno estadounidense optó nuevamente por la exclusión como recurso para tratar de lograr un evento sin aportes concretos, pero provechoso para la imagen del imperialismo.
Se conocen las intensas gestiones de alto nivel llevadas a cabo por los Estados Unidos con gobiernos de la región, para contener la intención de muchos de ausentarse del evento si no se invitara a todos. Estas incluyeron presiones inmorales, chantajes, amenazas y sucias maniobras de engaño. Son prácticas habituales del imperialismo que reflejan su desprecio tradicional hacia nuestros países. Merecen el más enérgico rechazo.
Cuba agradece y respeta la digna, valiente y legítima posición de numerosos gobiernos en defensa de la participación de todos, en igualdad de condiciones.
El liderazgo del presidente de México Andrés Manuel López Obrador merece especial reconocimiento. Destacamos la clara y temprana actitud de los países miembros de CARICOM en contra de las exclusiones, así como la firme postura del presidente de Bolivia Luis Arce Catacora y de la presidenta de Honduras Xiomara Castro. La posición de Argentina como presidente de la CELAC expresa la opinión mayoritaria de la región en contra de una cumbre selectiva, como han expresado en público y en privado numerosos gobiernos de Sur y Centro América.
Esa genuina y espontánea solidaridad, ante la acción discriminatoria de los Estados Unidos contra países de la región, refleja el sentir de los pueblos de Nuestra América. Estados Unidos subestimó el apoyo a Cuba en la región, mientras trató de imponer su política de hostilidad hacia Cuba, unilateral y universalmente rechazada, como si fuese una posición consensuada en el hemisferio, pero el debate sobre el proceso de invitación demostró lo contrario.
La XXI Cumbre del ALBA celebrada en La Habana el pasado 27 de mayo, marcó sin ambages el repudio a las exclusiones y al trato discriminatorio y selectivo.
Exclusiones de esta naturaleza confirman que los Estados Unidos concibieron y utilizan este mecanismo de diálogo de alto nivel como instrumento de su sistema hegemónico en el hemisferio, al estilo de la Organización de los Estados Americanos (OEA), el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) y otros entes concebidos en el siglo XX para coartar la independencia, limitar la soberanía de las naciones de la región e impedir las aspiraciones de unidad e integración latinoamericana y caribeña.
Forman parte del esfuerzo por aplicar la Doctrina Monroe y promover la exclusión como arma de división, en función de claros intereses políticos, electorales y de dominación.
No se puede hablar de “Las Américas” sin abarcar a todos los países que integran el hemisferio. Lo que nuestra región reclama es cooperación, no exclusión; solidaridad, no mezquindad; respeto, no arrogancia; soberanía y libre determinación, no subordinación.
Se sabe de antemano que los documentos que se pretende adoptar en Los Ángeles están divorciados de los verdaderos problemas de la región y son en realidad inútiles y omisos, más allá del esfuerzo por otorgar a la OEA una prerrogativa supranacional para decidir sobre la legitimidad o no de los procesos electorales y por la imposición a los gobiernos latinoamericanos y caribeños de conductas represivas, discriminatorias y excluyentes contra los migrantes.
Sabemos que la voz de América Latina y el Caribe, como en el pasado, resonará en esos días en Los Ángeles, con la admirable y vertical ausencia de líderes fundamentales que tienen enorme autoridad política, moral y reconocimiento de sus pueblos y del mundo.
Tenemos plena confianza también en que los líderes de la región que decidan ir, sabrán fundamentar dignamente que los Estados Unidos no pueden tratar a nuestros pueblos de la manera en que lo hizo en el siglo XX.
Cuba respalda los esfuerzos genuinos por fomentar la integración basada en la convivencia civilizada, la paz, el respeto a la diversidad y la solidaridad en todo el hemisferio. Tiene un aval ampliamente reconocido de apoyar y contribuir sin reservas con toda propuesta legítima de soluciones reales y concretas a los problemas más apremiantes que sufren nuestros pueblos. La realidad que hoy se nos presenta dista mucho de esos anhelos.
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